Buda o la Semilla del Cuerpo de Vacuidad en nuestra Mente

BUDDHA o LA SEMILLA DEL CUERPO DE VACUIDAD EN NUESTRA MENTE

 Por VENERABLE LAMA TÔNSANG

La Religión Budista se manifestó visiblemente hace aproximadamente dos mil quinientos años con el Buda Sakyamuni, en Yagani, al Norte de la India. La meta del Budismo es la obtención de la felicidad. Lo que caracteriza al «estado de Buda» es un conocimiento omnisciente y una compasión infinita hacia todos los seres, sin ninguna excepción. La Enseñanza del Buda es la que ha surgido de su propia realización sobre los medios por los cuales los seres pueden salir de los estados de sufrimiento en los cuales permanecen, para alcanzar el «despertar».

El Buda hizo ver que la raíz de todos los sufrimientos es el apego al ego, la gratificación personal. El enseñó principalmente la práctica del bien a los demás, es decir, el altruismo. Enseñó que el medio más rápido para lograr el bienestar de uno mismo, es preocuparse únicamente del bien de los demás. El corazón mismo de las enseñanzas del Buda, es el altruismo. Hay tres principales «emociones perturbadoras» que se deben abandonar, porque son la causa directa de todas las miserias que padecemos, puesto que nublan la «lucidez fundamental de la mente»: el apego, el odio y la opacidad mental. La «opacidad mental» es la incapacidad de percibir la verdadera naturaleza de todos los fenómenos, así como de reconocer qué acciones pueden traernos realmente la felicidad y cuáles provocan inevitablemente la desdicha.

Lo que llamamos Buda -Sangé en tibetano-, es el ser que está completamente liberado de la «opacidad mental». Se puede decir que prácticamente todos los sufrimientos nacen de la oposición entre apego y aversión, atracción y repulsión. La felicidad última es lo que se llama el «estado de Buda». Ese estado no puede ser definido mediante conceptos, por ello, sólo se habla sobre la manera de alcanzarlo, ésto es, reconociendo la verdadera naturaleza de nuestra propia mente. Estamos envueltos en una ilusión en que atribuimos realidad al ego y de esta ignorancia fundamental, nacen todas las demás ilusiones que nos aprisionan.

No se puede decir que Buda es un dios, sino, una realidad que esta mucho más allá de todo concepto. Buda es lo que en sánscrito se nomina «dharmakaya», o sea, «cuerpo del dharma» o «cuerpo de vacuidad». Esta realidad fundamental, impregna todos los universos sin excepción y cuando es percibida por un ser sometido a la ignorancia, es vista como la ilusión, en cambio, si es percibida por un ser completamente purificado de la «ignorancia fundamental», es Buda.

La diferencia entre un ser común y uno que ha logrado el «estado de Buda», se semeja a la diferencia entre el mineral de oro y el oro refinado. Todos los seres tienen la naturaleza de Buda, pero si no se esfuerzan en refinar esta naturaleza, no pueden lograr el «estado de Buda». Si un ser no trata de realizar la naturaleza de su mente, continuará rodando por el ciclo de las existencias. Por ello, es necesario dedicarse a la práctica del Dharma o «Enseñanza del Buda».

En este mundo hay muchos seres y también hay muchas religiones, pero de toda esta muchedumbre, hay muy pocos seres que consideran que deben dirigirse hacia una meta espiritual, que deben practicar una religión o una disciplina espiritual. Y si resuelven dedicarse a hollar un camino espiritual, se encuentran con un sinnúmero de vías, religiones, sectas y otras denominaciones, y les resulta muy difícil escoger un camino.

Desgraciadamente, en muchas religiones se dice: «nosotros poseemos la verdad, nosotros somos la verdadera religión, o en una religión, la verdadera secta, y las otras no valen nada». Es decir, se critica los otros caminos, se critican los otros modos de pensamiento, se critican los otros modos de práctica. También, hay gentes que se dedican a guiar a otros, sin ser ellos mismos liberados, ni capaces de guiarse a sí mismos. Ello no es más que acumular actos negativos.

Un budista debe considerar que las verdades expresadas por el Buda, las ha expresado mediante numerosos medios y a través de muchas emanaciones y de un sinnúmero, también, de religiones y de guías espirituales. Podemos saber si una religión es buena o no, a través de algo muy simple: verificar si esa religión predica el «no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan a nosotros».

Cuando se habla de religión o de camino espiritual, se debe hablar necesariamente de ética, de moral; puesto que si no hay ética, no hay religión, no hay camino espiritual. Para adoptar una ética, una moral, se necesita una base que permita distinguir lo que es el bien, lo que es el mal. Uno debe darse cuenta al actuar con el cuerpo, la palabra y la mente, que con cualquiera de ellos se puede actuar bien o mal. Uno debe respetar obligatoriamente una ética pura y sin error, puesto que, se puede ser muy sabio, conocer perfectamente el Dharma, practicar la meditación, se puede llamar monje, se puede llamar lama, pero si no se practica una ética pura, todo lo demás no sirve de nada.

No se puede indicar como religión a la que no enseña una ética pura. Pero esto no basta. Debemos también tratar de realizar la verdadera naturaleza de nuestra mente. Hay que añadir que puede ser que una persona piense al no poder practicar plenamente una ética pura que no vale la pena practicarla en alguna medida. No obstante, hay que tener presente que una acción positiva, por pequeña que sea, siempre tendrá consecuencias buenas. Así que, aún si no se puede practicar completamente una ética pura, debe hacerse todo el esfuerzo posible, y de esta forma, siempre se recogerá el fruto de tal esfuerzo.

La ética es la base de toda práctica del Dharma o de cualquier religión verdadera. Si uno quiere seguir la vía del Dharma, lo más importante es la toma de «refugio». Tomar refugio es buscar protección contra todas las clases de sufrimiento. Para la humanidad, estos sufrimientos se relacionan principalmente con el nacimiento, la vejez, la enfermedad y la muerte. Así que, si uno no toma refugio, es decir, si uno no dirige su mente hacia la «meta última» que es el «estado de Buda», podrá practicar actos benéficos que tendrán por consecuencia el nacimiento en estados de gran felicidad, pero estas felicidades serán impermanentes, temporales y mezcladas.

Cada uno de nosotros debe dirigirse a esta meta por un acto de voluntad propia y nadie lo puede hacer por otro. ¿En qué tomamos refugio? Tomamos refugio en el Buda, el Dharma y el Sangha (los que han salido del ciclo de las existencias). Se dice que lo que hace que uno siga el camino enseñado por el Buda, no son los votos que va a tomar, ni la ética que va

a respetar, porque esta ética, estos votos, se pueden encontrar en muchas religiones y caminos espirituales; lo que hace que uno siga la vía del Buda es el acto de tomar refugio, es dirigir la mente hacia esta realización. La condición común de todos los seres es el sufrimiento. La condición misma del Buda es que se encuentra más allá de todo sufrimiento. Así que tomar refugio en el Buda es desear salir de esta situación de sufrimiento.

¿Qué es un Buda? Nosotros tenemos una mente. Si observamos esa mente, si la examinamos y podemos percibir su verdadera naturaleza, su verdadero modo de ser, «eso» es Buda. Buda no es más que eso, en nuestra propia mente, la base misma de nuestra mente. Tal es la naturaleza de Buda o lo que en términos técnicos, se denomina la «semilla del estado de Buda».***

Fuente: Archivos del Instituto de Difusión Budista (Chile).  Sección  Karma Chile Thegsum Chöling. Enseñanzas ofrecidas en Santiago de Chile por el Ven. Lama Tounsang (1981), quien fue el primer lama tibetano que visitó nuestro país, gracias a las gestiones y patrocinio de la dama francesa conocida como Yeshe. Estas enseñanzas fueron ofrecidas en tibetano y traducidas directamente al español por un traductor que le acompañaba conocido como Tashi.